
A pocos pasos de la plaza principal, el paisaje urbano de Puan –salpicado de verde y aire puro en cada rincón– mantiene sus trazos sencillos en el primer plano del horizonte, aunque desde un costado se incorpora la silueta de la laguna, quizá la pieza natural más apreciada por los vecinos de esta ciudad del oeste bonaerense.
El semblante de un solitario pescador refleja devoción por este lugar, poco agraciado al primer vistazo. Impulsado por un arranque de optimismo, el hombre clavó la caña en la orilla y se dispuso a esperar noticias, resignado a pasar largas horas hasta que algún piadoso pejerrey se dignara a morder el anzuelo. La laguna hizo el resto, como una amable recompensa para todo aquel que sabe valorar sus atractivos. Cuando el pescador se preparaba para fijar la mirada perdida sobre la isla de enfrente, el paso de una lancha removió las aguas y un puñado de peces salió disparado del fondo hasta el juncal que se balanceaba en la costa.
A partir de ahí, el pescador deportivo dejó de contemplar el entorno y concentró toda la atención en los portentosos ejemplares que parecían desafiarlo desde la laguna. La noticia corrió como liebre desbocada y la costa se transformó en una ruidosa tertulia de familias, que sostenían sus equipos de pesca, galletas y mates, pendientes de las luchas con final cantado que entablaban los pejerreyes con sus señuelos. Ajenos a los avatares de la pesca, los chicos prefirieron apuntar sus ojos curiosos en dirección al chorro de agua de 50 metros, disparado hacia el cielo por un géiser artificial.
Buenos Aires, Argentina
Ruta Provincial 67 Reserva de la laguna, 8180 Puan, Argentina
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